sábado, 1 de noviembre de 2014

ENTRE LA ESPADA DEL ESTADO Y LA PARED DE LA FIFA

Son 32 años que Perú no va a un mundial. Desde el lejano evento en España 82, donde nuestra selección jugaba en series de 3 equipos, con partidos de ida y vuelta, y el espíritu de gitanería y los arrebatos de picardía podían darle sorpresas a un equipo grande como fue el caso con Uruguay, a quien se le ganó en Montevideo con un partido excepcional de Uribe y Velásquez, para luego empatarle en Lima y clasificar a una final mundialista, nuestras aspiraciones a estar entre los mejores del mundo ahora son casi nulas.

Más aún con el nuevo sistema eliminatorio, donde todos juegan contra todos, y ante esta nueva realidad de competencia, las federaciones de países vecinos  asumieron con responsabilidad muchos cambios, con sendos proyectos para mejorar la calidad atlética y táctica de sus selecciones, y para muestra solo basta mirar a países que antes, Perú los pasaba por encima: Colombia, Ecuador y Venezuela.

Por otro lado, la igualdad de fuerzas futbolísticas entre Chile y Perú se quebró definitivamente en 1998, desde ese año en adelante, las selecciones chilenas se pueden considerar para el lado peruano como de otro lote, al nivel de las argentinas o brasileras, y ganarles ahora es una utopía.

Todos estos cambios, donde observamos progresos futbolísticos en todos nuestros vecinos, contrastan nítidamente con la nefasta realidad nacional, dándole la razón a ese 98% de peruanos que no quieren más a Manuel Burga en la Federación Peruana de Fútbol, y comprendiendo también la decisión de todo un país de asumir una posible desafiliación por parte de la FIFA con tal que se vaya el hasta ahora presidente incapaz. 

Son 32 años que Perú no va a un mundial, y más allá del subcampeonato del Sporting Cristal en Copa Libertadores, y una Sudamericana y Recopa de Cienciano, nuestro país es ahora la cenicienta del fútbol en el contexto sudamericano. Vemos con envidia sana, a un Alexis Sánchez brillando en el fútbol inglés, un James como manija del Real Madrid, un Bravo en Barcelona, un Valencia en el Manchester, y un venezolano Vizcarrondo en el Nantes francés.

Hasta hoy, nuestros dirigentes deportivos no pueden darse cuenta que el fútbol de ahora requiere trabajo de menores, competencias permanentes, centros de alto rendimiento y un trabajo psicológico con los que nos van a representar en competencias internacionales. Hasta hoy, no se dan cuenta que ya no volverán las eliminatorias antiguas, aquellas que por algunas veces, perjudicaban a los grandes del fútbol y se quedaban sin mundial, tal como le sucedió a la Argentina o a Uruguay, y en algún momento nos favorecía por inspiración o simple suerte. Ahora, en un sistema de todos contra todos, los que clasificarán serán las selecciones que se conozcan mejor, que tengan mejor trabajo físico y de equipo, y jugadores sin traumas, que maten por sus colores y que tengan el real compromiso y la suficiente capacidad para ganar partidos y llevar a instancias finales a su selección. Con esta reflexión, creo que todos estamos de acuerdo, que Perú no irá a un mundial en muchos años más, si acaso no se cambia de filosofía de trabajo.

Es triste saber, que para reivindicar el orgullo nacional, y tratar de cambiar nuestra realidad nefasta de un deporte que une a todo un país, se tenga que hacer a cambio de una sanción internacional, por culpa de un puñado de dirigentes de fútbol profesional y departamental, que no tienen los pantalones para anteponer sus intereses personales, y su codicia hedionda, para sacar a un presidente inepto y caradura, que no goza de la confianza de un país. Y es que se puede pasar de un sucio villano a un cuasi-héroe nacional, tan solo con un poco de decisión.

Esperemos que no sea el Ejecutivo o un peruano desquiciado que dé el primer paso, esperemos que sea la consciencia de éstos dirigentes que cambien una historia que hasta ahora los señala, y que arrastrará no solo ellos, sino también sus hijos y sus nietos, y a toda una generación que espera hasta hoy pasivamente, pero nunca rendida.