Son 32 años que Perú no va a un
mundial. Desde el lejano evento en España 82, donde nuestra selección jugaba en
series de 3 equipos, con partidos de ida y vuelta, y el espíritu de gitanería
y los arrebatos de picardía podían darle sorpresas a un equipo grande como fue
el caso con Uruguay, a quien se le ganó en Montevideo con un partido excepcional
de Uribe y Velásquez, para luego empatarle en Lima y clasificar a una final
mundialista, nuestras aspiraciones a estar entre los mejores del mundo ahora
son casi nulas.

Más aún con el nuevo sistema eliminatorio, donde todos juegan contra todos, y ante esta nueva realidad de competencia, las federaciones de países vecinos asumieron con responsabilidad muchos cambios, con sendos proyectos para mejorar la calidad atlética y táctica de sus selecciones, y para muestra solo basta mirar a países que antes, Perú los pasaba por encima: Colombia, Ecuador y Venezuela.
Por otro lado, la igualdad de fuerzas futbolísticas entre Chile y Perú se quebró definitivamente en 1998, desde ese año en adelante, las selecciones chilenas se pueden considerar para el lado peruano como de otro lote, al nivel de las argentinas o brasileras, y ganarles ahora es una utopía.
Todos estos cambios, donde observamos progresos futbolísticos en todos nuestros vecinos, contrastan nítidamente con la nefasta realidad nacional, dándole la razón a ese 98% de peruanos que no quieren más a Manuel Burga en la Federación Peruana de Fútbol, y comprendiendo también la decisión de todo un país de asumir una posible desafiliación por parte de la FIFA con tal que se vaya el hasta ahora presidente incapaz.
Son 32 años que Perú no va a un mundial, y más allá del subcampeonato del Sporting Cristal en Copa Libertadores, y una Sudamericana y Recopa de Cienciano, nuestro país es ahora la cenicienta del fútbol en el contexto sudamericano. Vemos con envidia sana, a un Alexis Sánchez brillando en el fútbol inglés, un James como manija del Real Madrid, un Bravo en Barcelona, un Valencia en el Manchester, y un venezolano Vizcarrondo en el Nantes francés.


Esperemos que no sea el Ejecutivo o un peruano desquiciado que dé el primer paso, esperemos que sea la consciencia de éstos dirigentes que cambien una historia que hasta ahora los señala, y que arrastrará no solo ellos, sino también sus hijos y sus nietos, y a toda una generación que espera hasta hoy pasivamente, pero nunca rendida.